Esta
novela corta de Jon
Obeso desasosiega.
Es una novela atmosférica donde no hay salida, donde todo está
viciado, sucio, podrido, donde un entomólogo (sí,
un fulano que dedica su vida y obra al estudio de los insectos)
escribe en un cuaderno las reflexiones sobre su trabajo (doce años
aislado del mundanal ruido), los nematóceros,
y de los habitantes de la Merindad (¿valles de Allín, Guesález, y
Yerri?) en la cual vive, pero apartado de ellos, al ser visto también
él, un bicho
raro,
como esos con los que trabaja.
La
prosa de Jon es sugerente, rígida, sin concesiones al humor, marcada
por lo analítico, algo lógico y normal si quien nos cuenta la
historia es un entomólogo, un científico, que maneja hipótesis,
sobre las que contrastar sus resultados.
37
capítulos cortos en los que ir desgranando la naturaleza de los
habitantes de la zona: El
Guarda, El Alguacil, El Enterrador, Matías, El Veterinario,
etc. Las mujeres reducidas a mero vehículo de transmisión de genes,
de alumbradoras de la prole que permita reproducir y mantener la
especie. Los hombres, bestias en estado puro.
El lugar que nos pinta Jon es asfixiante, algo a menudo propio de lugares pequeños, donde todos se conocen, donde la intimidad ni se consigue, ni se pretende, donde lo estático se hace fuerte, y los días y los años se suceden calcándose los unos a los otros, sin el menor dinamismo ni concesiones a la modernidad. Pero lo peor no es eso, lo peor es el alma enferma, carcomida de los humanos que allí moran. A saber:
El lugar que nos pinta Jon es asfixiante, algo a menudo propio de lugares pequeños, donde todos se conocen, donde la intimidad ni se consigue, ni se pretende, donde lo estático se hace fuerte, y los días y los años se suceden calcándose los unos a los otros, sin el menor dinamismo ni concesiones a la modernidad. Pero lo peor no es eso, lo peor es el alma enferma, carcomida de los humanos que allí moran. A saber:
Todas
esas gentes se dicen las cosas con la mayor de las arrogancias. Nadie
como los que se han dejado atrapar por este lugar han asumido de
manera tan espontánea la amenaza que siempre les supone el otro. En
este lugar solo viven verdugos. Se habla para derribar. Se abrazan
por ver todo lo blanda que pueda ser la piel del adversario. En este
lugar nada como el miedo ha logrado hacer tantos estragos, devastar
el carácter con tan sobrada eficacia. Estas gentes golpean sin
mirar, en todas las direcciones, no vaya a ser que hayan, sin ellos
saberlo, descuidado algún flanco.
Podría
decir que estos hombres se odian, pero no sería cierto. Solo odia
aquel que se para un instante para observar, y estos hombres no se
paran, continúan y se esquivan torpemente. (pag. 112)
Respecto
a la trama, tras 12 años de reclusión, nuestro entomólogo parece
que va a obtener algo grande, dado que hay visos de una epidemia que
está matando a los caballos (y eso alimenta el interés de lector).
Si bien esto luego se desinfla para acabar hablando de quienes viven,
no ya en el valle, sino en El alto.
A
destacar el lenguaje cuidado de Jon, esa visión científica de la
realidad, con el ser humano como objeto de estudio, el magnetismo que
generan muchas situaciones bien narradas por lo repulsivas que
resultan.